El celo de la gata
Al igual que todas las hembras de los mamíferos, el primer celo de las gatas llega con la pubertad, por lo que a partir de ese momento es fértil. Sin embargo, el primer celo no llega siempre a la misma edad en todas las gatas, sino que es variable, aunque suele estar entre los 8 y los 10 meses de edad.
Síntomas de una gata en celo
Los factores que determinan el inicio de la pubertad de la gata son su peso y la raza. Así, las gatas deben tener un peso mínimo para entrar en celo y determinadas razas, como el Siamés, son más precoces que otras, como el Persa.
Sin embargo, hay otros factores externos que también influyen en la aparición del celo están la cercanía de un macho y el aumento de las horas de luz, por eso la época de celo habitual en las gatas empieza en la primavera. No obstante, los celos de las gatas son muy particulares porque, a diferencia de las perras, pueden repetirse a intervalos de dos o tres semanas y no sangran.
Precisamente por la influencia de las horas de luz diaria, es bastante frecuente que las gatas que viven en el interior de una casa con calefacción y luz artificial presenten celos incluso en invierno.
Comportamiento de una gata en celo
El celo de las gatas produce modificaciones de su comportamiento, por lo que no solo están más mimosas y reclaman nuestra atención constantemente, sino que también es muy frecuente que maúllen mucho, se froten por todas partes, se revuelquen y se pongan rígidas cuando se las toca; en realidad, adoptan una posición parecida a la de la cópula, llamada de “lordosis”: el lomo hundido y la cola desviada lateralmente.
El celo supone una época de estrés para la gata, especialmente cuando no puede copular, por lo que se recomienda su esterilización quirúrgica. Además, se ha demostrado que la gata no necesita criar para mantener su salud, más bien al contrario, ya que se ha comprobado que la esterilización precoz minimiza el riesgo de padecer tumores mamarios en la edad adulta.
Asimismo, la esterilización es muy recomendable porque evita camadas indeseadas y todo el comportamiento derivado del celo, como maullidos intensos, marcajes y escapadas, incluso enfermedades producto de la actividad sexual, como infecciones uterinas.
Aunque no lo recomendamos, en caso de que desees que tu gata críe, debes esperar a que haya completado su desarrollo, aunque sea fértil mucho antes. Lo ideal es no cruzarla hasta que termine de crecer, a partir de los 18 meses de edad, para que no constituya un perjuicio para su salud.
Aun así, insistimos, la gata no necesita reproducirse para “ser feliz” y dejar que tenga celos constantes sin que vaya a cruzarse con un macho supone un sufrimiento para ella y las personas con las que convive… Por no hablar de los maullidos que pueden oír todos los vecinos.
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